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Historia

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Ayuntamiento de Villanueva de Tapia

Historia

La situación geográfica de Villanueva de Tapia (entre los límites de las provincias de Córdoba, Granada y Málaga) le ha convertido en un lugar de paso obligado, incluso desde épocas prehistóricas, por los numerosos restos de material lítico y hachas pulimentadas aparecidas en los alrededores de los Llanos de la Laguna.

Fue habitada también por romanos y árabes, hecho que se evidencia por el hallazgo de restos arqueológicos como muros de época altoimperial (s.I-II d.C.) formados por piedras locales bien escuadradas, unidos a seco o con barro. La cerámica aparecida es altoimperial, se trata de pequeños trozos de terra sigillata decorada con círculos, guirnaldas, motivos animales y humanos.

También han aparecido restos correspondientes al Bajo Imperio (IV d.C,) como materiales constructivos tipo tégulas, ladrillos macizos e imbrices, así como restos metálicos.

En un informe arqueológico de la Diputación Provincial de Málaga (Octubre, 1994), se realiza el siguiente Catálogo de Yacimientos de Villanueva de Tapia:

  • Hoyo de Cabello: Restos de tégulas, imbrices y cerámica común romana, incluyen el yacimiento en este período. Posiblemente se tratase de una necrópolis.
  • Casco Urbano de Villanueva de Tapia. Yacimiento ya analizado y cuya secuencia cultural corresponde a época romano-medieval.
  • Molino de los Galeotes: Construcción hidráulica a base de piedras grandes y medianas, bien trabajadas y encuadradas, ligándose con mortero de cal. No se adscribe a ningún momento cultural determinado.
  • Las Laderas del Aseo: Han aparecido tégulas, ladrillos, imbrices, sigillata y cerámica común romana.
  • Cortijo de los Galeotes: Yacimiento donde se han encontrado material de base de tégulas y ladrillos romanos.

Después de la larga etapa de presencia musulmana, a lo largo del s. XVI, se instalan en la comarca nuevas gentes que se integran en el sustrato poblacional que permanece en estas tierras, constituyendo a través de un nuevo orden político, social y económico, la base sobre la que se asienta la estructuración en municipios poblacionales en la edad moderna.

Ya en los años mil quinientos, el paisaje del Entredicho conservaba rasgos estructurales básicos que vemos en la actualidad. Su área de cultivos era muy reducida y poseía también, como actualmente, islotes de bosque de encinas, mayoritario en la zona, en la que también proliferarían los chaparros, quejigos y alcornoques. Los montes estarían mucho menos descarnados y más verdes, con zonas de pastos y mayor cubierta vegetal. El clima era el mismo, aunque durante el siglo XVI hay constatadas alternativas violentas con años de sequía y hambre en todo el sur, a los que seguían años muy lluviosos.

Hoy en día se sigue llamando popularmente a Villanueva de Tapia como ‘El Entredicho’. El origen de este nombre se remonta a finales del siglo XV, al terminar la reconquista. Desde el s. XVI Archidona, perteneciente a los Duques de Osuna, e Iznájar, bajo la jurisdicción de la Casa de Córdoba, se disputaron estas tierras ya que los terrenos del actual término de Villanueva de Tapia, ricos en pastos, con un importante bosque mediterráneo y con algunas hazas de labor, se encontraban en el límite jurisdiccional entre ambos municipios.

Las polémicas suscitadas por este asunto, le valieron a este municipio el sobrenombre de “El Entredicho”. Del mismo modo, su situación geográfica, sobre todo por el Este, ha hecho de este pueblo a lo largo de su historia, paso obligado de viajeros y mercancías que se dirigían hacia Córdoba, lo que ha producido conflictos en cuanto a su pertenencia a la provincia de Málaga o a la de Córdoba.

Hasta el año 1602 ambas villas, Archidona e Iznájar, ejercían una relación de señorío sobre el término y el aprovechamiento y beneficios obtenidos por el pasto del ganado y la cosecha de las tierras se dividía y repartía entre las dos jurisdicciones (conocido como Comunidad de pastos). Los concejos de estas dos nombraban comisionados para arrendar las tierras del Entredicho, durante uno o varios años, y para el ‘’remate de la bellota’’, los maravedís obtenidos se dividían. Así consta en los cabildos celebrados en Archidona en 1591 y 1598. Según Conejo Ramilo el Entredicho de finales del siglo XVI no era todavía sino más que una dehesa.

A comienzos del siglo XVII el Entredicho va a pasar a manos de la Corona, que convierte en realengos los bosques del entredicho. Esto es debido a que el Licenciado Don Pedro de Tapia, alcaide del Castillo de Loja, había denunciado ante el Consejo de Hacienda que esta zona estaba en litigio y que por tanto, al no existir un dueño reconocido, pertenecía al rey. La Corona, acuciada por sus problemas económicos y al no ser rentables estas tierras, decide al poco tiempo mediante el Consejo Real venderlas. Así fue por lo que por medio de una carta de venta dada en Aranjuez a 21 de Abril de 1603, el término del Entredicho fue vendido por el rey Felipe III al Licenciado D. Pedro de Tapia por 12.000 ducados. El Licenciado Don Pedro de Tapia era un reconocido hombre de leyes, que fue oidor en las Chancillerías de Valladolid, Granada y en la Contaduría Mayor de Hacienda, fue también Fiscal del Consejo Real y por último miembro del Consejo de Castilla y alcaide del castillo de Loja (Granada). Fue por tanto, un miembro del gobierno del rey Felipe III.

El Entredicho cambia de nombre para llamarse Villanueva de Tapia y se produciría el asentamiento de nuevos labradores que trabajasen sus recién compradas tierras, registrándose un importante crecimiento. Los repobladores de la nueva villa vendrán de pueblos y comarcas vecinas, también del norte peninsular, sobre todo de Galicia.

La fundación de la iglesia fue un elemento clave en el origen de la villa y sirvió como factor aglutinante de la nueva población. El licenciado Pedro de Tapia, como señor jurisdiccional, había fundado en 1605 una iglesia o capilla, a la cual acudían a oír misa. Debido a que no era una parroquia, los habitantes de la villa, para bautizar a sus hijos y recibir los sacramentos, tenían que acudir a las más cercanas, Archidona o Iznájar. Pero los malos caminos en invierno constituían un gran riesgo en la vida de los recién nacidos por ello, Pedro de Tapia pidió a su santidad que la capilla se convirtiese en iglesia parroquial y se hiciera un cementerio.

Se concede entonces, por bula apostólica, a Pedro de Tapia y sus sucesores el patronazgo sobre la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol, esta iglesia estaba unida a la casa palacio de los señores de la villa. Por lo que podemos decir que el origen de la villa con sus primeras casas parte de la construcción de la iglesia, situada en la Plaza de España y alrededor de la cual se fueron construyendo las primeras viviendas de los primeros vecinos de ésta, que en su mayoría eran trabajadores de las tierras pertenecientes a los señores.
Debido a los pleitos de sucesión, durante los años 1695 a 1699, se llamó Villa del Rosal, pues el señorío fue a parar a la familia de la mujer del Licenciado, Clara del Rosal. Al volver a obtener por vía matrimonial los derechos sobre la villa un descendiente de Don Pedro, esta recuperó su nombre originario.

D. Pedro de Tapia y su mujer Dña. Clara del Rosal fundaron un mayorazgo que, conjuntamente con el heredero de la familia granadina de los Muñoz Salazar que casaría con una de sus hijas, será la base por la que sus descendientes y sucesores dominen la vida de esta villa andaluza hasta las primeras décadas del S.XX, momento en el que sería comprada por D. José Mejías Bermúdez, en 1.920. Por lo que a hasta esa fecha estos tres apellidos Tapia, Del Rosal y Salazar fueron señores y condes de esta villa durante cuatro siglos.

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